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Cambios radicales en educación.

¡hOLA! Soy Blanca Sisó, y hoy os traigo una reflexión intensa sobre una imperante necesidad que nos afecta a todos. Sí, a ti también.

El cambio de paradigma educativo está en boca de todos los miembros del sector, sociólogos y estudiosos del marco social. Ya no tiene cabida en el mundo de hoy un sistema de enseñanza-aprendizaje tal y como ha venido funcionando en la sociedad de los últimos siglos. Las estructuras familiares son distintas, las relaciones profesionales se han diversificado tanto en su tipología como en su metodología, la tecnología evoluciona a ritmo de reloj…

El mundo ha cambiado y sigue haciéndolo.





¿Qué nos hace pensar que la educación formal ha de mantener su funcionamiento?

¿Qué elementos del sistema ya no dan respuesta al propio proceso?

¿Qué aprendizajes innovadores se pueden generar en un entorno estático?


Estamos en la era del conocimiento. El saber está al alcance de todos y las habilidades dentro de cada uno. En coaching, el coach actúa como catalizador del conocimiento de su cliente. En educación, padres y maestras habrían de cumplir el mismo papel. El maestro es la principal herramienta educativa de la cual dispone el propio sistema educativo, siempre y cuando éste disponga, a su vez, de buenas herramientas que le permitan actuar como tal, teniendo siempre presente que el alumno es el protagonista de su propio proceso de crecimiento, un proceso en el que la adquisición de contenidos pasa a último lugar de relevancia.


Así pues, la figura del maestro como trasmisor de conocimientos ha muerto, ya no es necesaria, y ha dejado de ser válida. Hay que desaprender los modos de enseñanza clásicos, las maneras de relacionarse con los alumnos, las actitudes que identificaban a la figura del educador, el modo de relacionarse con las familias… Desaprender para aprender, y aprender para desaprender. Crear nuevos esquemas mentales y deshacernos de los que ya no sirven para nada en el mundo que está por venir. Porque el mundo que les espera a nuestros hijos nos cuesta hasta de imaginar, aunque poco a poco vamos haciéndonos una idea.


A la Generación Z (que empieza con aquellos que nacieron a finales de los noventa) ya no le vale nada de lo nuestro: han cambiado el modo de relacionarse entre ellos, el modo de divertirse, la manera de hablar y de entenderse, el estilo de vivir y de generar ingresos. Han cambiado el consumo y, evidentemente, los procesos de aprendizaje.


Así que, ¿por qué nos encabezonamos en seguir preparando a los niños del mismo modo que fuimos preparados nosotros?

Hoy en día más que nunca la educación de más relevancia se da fuera del aula. Estamos en un mundo en que la etiqueta de educador la lleva cualquiera: aquellos a los que llamamos influencers, por ejemplo, están educando una generación entera, y lo grave del asunto es que la mayoría de ellos no se dan ni cuenta de su gran repercusión. Y es que (algunos más que otros) todos somos educadores de los que vienen detrás nuestro. Sin embargo, mi mensaje va para padres, madres, maestros y profesoras (todos bieneducadores) que sean consciente de que el cambio de paradigma debe de ser inminente.


¿CÓMO HA DE SER EL EDUCADOR DE HOY?

¿QUÉ HA DE SER?





Nos inspiramos en métodos y técnicas constructivistas que han generado buenos resultados en otras épocas y partes del mundo, sin embargo, esta cuestión plantea una revolución distinta: la revolución del ser. Iniciamos, pues, el cambio de paradigma de la actitud del educador para generar así un cambio en el modelo educativo global, partiendo de la máxima de que se educa con el ejemplo y se aprende siendo.

¿Cómo queremos, entonces, que sean las personas a las que educamos?

Dando respuesta a ésta cuestión, encontraremos la fórmula para el cambio de ser en el educador. Si queremos que nuestros educando devengan adultos capaces de gestionarse y gestionar su entorno, ¿en qué debemos convertirnos sus educadores? ¿Cómo vamos a conseguirlo?


Son preguntas que no requieren respuestas de manual, ni verdades absolutas. Son cuestiones que requieren intuición, acción, ensayo y error, pero siempre des del corazón, y hay herramientas para poder generar estas respuestas.

(En los talleres y conferencias ofrecemos algunas de ellas).


Nos falta autoconocimiento, nos falta empoderamiento. A adultos y jóvenes. A la sociedad en general. Y no vamos a encontrarlo inmersos en telebasura y libros de texto. La prueba está en que los jóvenes llegan al mundo adulto y se pegan una hostia de campeonato, porque no están preparados para la realidad laboral actual y no están lo suficiente desarrollados a nivel inter y intrarrelacional como para gestionarlo. La prueba está en el creciente número de trastornos por ansiedad y depresión en jóvenes y adultos. La prueba está en el alto índice de insatisfacción vital, pese a la generalizada apariencia de bienestar social.


Hay que parar y tomar conciencia, formarse y pasar a la acción. El crecimiento continuo y la mejora personal nos harán, al fin, una sociedad eficiente. Pero no debemos dejar de avanzar, por muy acomodados que estemos en nuestras creencias y tradiciones.


Que hayamos hecho las cosas siempre de un modo determinado no significa que sea el modo acertado, y por muy acomodados que estemos en la zona de confort, hemos de atrevernos a ir tras la evolución que se esconde fuera de ella.

El sistema educativo ha dejado de dar respuesta a la necesidad de desarrollo de una generación que lo sabe todo. El docente está obsoleto. Sin embargo, no hay nada más moldeable que el hipocampo. Así que ha llegado el momento de dejar de enseñar y vovler a aprender.


Porque no olvidemos que no podemos dar lo que no tenemos, y si queremos ayudar a la Generación Z a ser una generación consciente, primero debemos de desarrollar nuestra propia consciencia.


“El pesimista se queja del viento;

El optimista espera que cambie;

El realista ajusta las velas”.


William G. Ward





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