Educar no es enseñar a saber hacer, sino a saber ser.
Educar no es enseñar a saber hacer, sino a saber ser.
La práctica docente cada vez exige más. Lo sabemos hace tiempo.
Pero en este 2020, el modo de relacionarse con los demás y con el aprendizaje ha cambiado como nunca, y el miedo sufrido meses supera con creces cualquier posibilidad contemplada en el imaginario colectivo.
Se ha puesto de manifiesto, con ello, la velocidad individual de adaptación a las circunstancias, así como la limitación del adulto en cuanto a la interacción mediante los sistemas digitales. Aquellas personas del sector que había estado eludiendo la responsabilidad de actualizarse digitalmente con el argumento de “a estas alturas..”, se han quedado sin excusas y se han visto abocadas a un aprendizaje acelerado y frustrante.
Sin embargo, no son estas las únicas dificultades con las que se encuentran los docentes en su actividad, sino que además deben de estar preparados para lidiar con unas emociones que, a parte de estar escondidas bajo una mascarilla que dificulta los procesos comunicativos y empáticos, están desajustadas y en alerta continua por una hiperactividad del tálamo provocada por una intoxicación informativa generalizada.
El exceso de información incierta, incoherente, incomprensible y masiva, genera en el cerebro un exceso de entrada de información que estresa los procesos cognitivos.
Los maestros y maestras están realizando (la gran mayoría), una gran labor educativa y adaptativa (jamás vista a este nivel) y aún así, no se lo ponen fácil y a menudo se encuentran en situaciones que les superan.
Nosotros todavía echamos de menos la neuroeducación en la comunidad educativa.
Y tú, ¿qué tipo de recursos crees favorecerían la labor educativa de los docentes? ..