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LOS NIÑOS Y LA MUERTE

¿Por que hablamos poco o nada de la muerte con los niños?

Llega una edad en la que empiezan a hacerse preguntas alrededor de la muerte: porque se dan cuenta de lo que significa morirse o, simplemente, porque quieren satisfacer la curiosidad de comprender.


Porque la necesidad de respuestas és inherente al ser humano y el privar de esas respuestas a aquellos que se hacen las preguntas, genera desconcierto y frustración.

El niño es curioso y la muerte es el misterio por excelencia.

La muerte está en todas partes: está en los juegos, en los cuentos, en la naturaleza, en el entorno...

Los niños la juegan , la piensan, la preguntan...

-Mi hermana está enferma, ¿Se va a morir? Así que vamos a abordar aquí diferentes maneras de hablar sobre la muerte a los niños, de hacerlo desde el amor hacia la vida y desde la aceptación a todo aquello que escapa de nuestro control. Pero... ¿Por qué nos da miedo hablar de la muerte con los niños? Generalmente porque a nosotros no nos hablaron mucho de este tema. Obviamente, si la muerte es un tabú para ti, también lo será para ellos. Si eso es así, empieza por madurar eso en ti y transformar las creencias que tienes alrededor de la muerte para que éstas te ayuden a vivir aceptando que la muerte es parte de la vida, que todos pasaremos por ella algún día, y que la muerte llega siempre en el momento correcto, por muy dolosoro que sea.

Hoy hemos transmutado (casi todos) este miedo y confiamos y sabemos que en la escuela se puede hablar de la muerte. Pero también en la familia y en el hogar debemos poner al niño a hablar sobre ella. No podemos dejar este tema al azar y pensar que si le toca la muerte de cerca a un niño le va a ayudar a comprenderla, y si no tiene esa "suerte", ya se medicará de mayor cuando le toque empezar a comprenderla. Y ¿Como hablar con ellos de la muerte? Sin miedo. O con miedo si lo tienes. Porque ser valiente es hacer las cosas por mucho miedo que te den. No siempre hay que hablar con palabras, hay muchos modos de hacerlo: con cuentos, canciones, películas, silencios...

Y no se trata de hacer un círculo y forzar el tema obligando al niño a pensar en ello en un entorno completamente descontextualizado. Hay etapas y momentos de la vida en las que pensamos más en la muerte: cuando fallece alguien allegado, cuando alguien cercano se pone muy enfermo, cuando los familiares van avanzando en la vejez... Y en esos momentos florecen preguntas en adultos y niños. Cuando un niño te hace la pregunta es que está preparado para la respuesta. Adapta el vocabulario y la información a su nivel de comprensión. Evita excederte en conceptos rebuscados. Y sobretodo, sé claro y sincero. Y ser sincero significa no mentir.



-¿Que pasa después de la muerte?

-¿Donde vamos?

-¿Nos encontraremos?

-¿Nos reencarnamos?

-¿Que forma tendremos?

-¿Se acaba todo cuando el cuerpo muere?

-¿Donde está el abuelo?

-¿me puede ver la yaya?



Y un sinfín de dudas cuyas respuestas pueden ser favorables o limitarnos en nuestra existencia.

Hay quienes afirman que detrás de la vida hay más vida en otra dimensión, en otro plano, sin materia, solo luz, un cielo, un paraíso, un infierno...


Hay quienes afirman que todo se acaba con el último aliento, que no hay energía que valga y que morimos con el cuerpo.

Hay quienes sin afirmar nada, viven con la esperanza de reencontrarse con los suyos alguna vez...

Lo cierto es que no hay una respuesta verdadera ni nadie que pueda afirmar su veracidad a ciencia cierta, así que la mejor opción siempre será escoger la respuesta que más paz interior te brinda.

Pero la respuesta no es tan importante como el hecho de dar cabida a la pura reflexión en sí misma, sin objetivo ninguno de llegar a alguna parte.

Y allí, en esa conversación reflexiva, hablar también del dolor que queda en aquellos que sienten la pérdida de alguien querido. Ponerse en la piel del que pierde una madre o un hijo, un hermano o un amante. Desgranar las causas profundas del duelo y imaginar posibles opciones para encontrar la sanación del dolor.

Y recordar lo más importante: ser claros y sinceros. Hace unos días estaba en el coche con mi hija esperando a que se hiciera la hora de entrar al colegio. Estábamos en silencio mirando el cielo mientras el sol de la mañana iba subiendo.

De repente me dijo:

-Mamá, cuando te vas a morir? No quiero que te mueras.

Obviamente me cogió por sorpresa y no tenía ninguna respuesta preparada para eso.


-No se cuando me voy a morir, pero si, voy a morir algún día, todos lo hacemos.

-Ya... Pero yo no quiero perderte. -No me perderás porque te esperaré allí donde vayamos después de morir. -Pero entonces estarás muy viejita...

(Sonrío e intento dar una respuesta que satisfazga ambas lógicas...) -No creo... porque el cuerpo se queda aquí, en la tierra, cuando morimos. Tal vez después tengamos forma de luz, de energía de colores... No lo sé con certeza,lo que sí sé es que nos lo encontraremos una vez lleguemos allí. (Mi hija tiene la mirada puesta al parque que tenemos delante, parece que mira al perro que pasea a su dueño, pero en realidad no lo ve: como si estuviera buscando información en algún lado... Y pasa un minuto o dos, no mucho más, pero se me hacen eternos esperando su respuesta).

-Pero entonces.... ¿Sólo es el cuerpo el que envejece? ¿Lo que hay dentro, lo que somos, no envejece?

Y ahí me quedé quieta, integrando tanta sabiduría que salió de su boca a sus 6 años. Y lo sellé con una afirmación para integrar su leccion.


-No envejecemos... Sólo el cuerpo lo hace... El alma, simplemente, aprende.

Y esta es la respuesta que le brindé, intentarlo ser el máximo de coherente con la espiritualidad que caracteriza nuestro estilo educativo.

Hazte tú esas preguntas primero para poder responderlas con tu opinión más sincera, y si no sabes qué responder, utiliza las preguntas y el silencio para saber cuáles son sus ideas la respecto.

Recuerda que la vida en sí misma es, desde que nacemos, un viaje hacia la muerte. Abrazo, amor y paz.






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